mercredi 10 février 2016

Poder judicial decide mantener prisión preventiva de candidato presidencial 2016



COLECTIVO DE PERUANOS EN FRANCIA


Poder judicial decide mantener prisión preventiva de candidato presidencial 2016

 GREGORIO SANTOS GUERRERO, ¡LIBERTAD! 


En 2016, el Perú vivirá un proceso electoral nunca visto en dos siglos de historia republicana: uno de los 19 candidatos, Gregorio Santos Guerrero participará desde su celda en una prisión de máxima seguridad sin ser juzgado ni sentenciado, en condición de preso por razón “preventiva”.


 Los poderes judicial y ejecutivo peruanos se han encarnizando contra Gregorio Santos Guerrero:



-106 procesos en su contra.
 -3 habeas corpus han sido rechazados, cuando en otros casos más graves y con juicios abiertos los encausados si han beneficiado de éste.
 -el poder judicial decidió ayer mantenerlo durante 25 meses en prisión preventiva, cuando ya ha cumplido 18 a pesar de que legalmente el plazo máximo es de 9 meses;
 -la investigación ya lleva 40 meses, cuando el plazo es de 8 meses; a pesar de estos 40 meses, la fiscalía no le ha formulado aún acusación por lo tanto el juicio en su contra aún no se ha iniciado;
 -la medida cautelar dictada hace exactamente un año por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos solicitaba al estado peruano condiciones de detención adecuadas en su favor, esta medida no ha sido cumplida pues lo mantienen en una prisión de máxima seguridad, junto con sentenciados y procesados por narcotráfico y crímenes de lesa humanidad;
 -el poder electoral ha autorizado legalmente su participación en dos procesos electorales: en 2014 como candidato a la presidencia de la Región de Cajamarca, este año 2016 como candidato a la presidencia de la República; sin embargo, contra el derecho y la voluntad popular, le impidieron asumir la presidencia de Cajamarca desde 2015, ahora le impiden participar como los demás candidatos presidenciales, en situación de libertad.




Tremenda injusticia es reflejo de mayores injusticias sociales. Perdura solo por dos razones. La primera, por la poderosa influencia de las transnacionales mineras como el consorcio Newmont-Buenaventura-Banco Mundial y del poder ejecutivo sumiso a éstas. Este consorcio, dueño del proyecto de expansión minera en Conga, es rechazado heroicamente por el pueblo cajamarquino, encabezado con coraje y dignidad por Gregorio Santos Guerrero, hijo de las rondas y las comunidades campesinas, emblemáticamente representado Máxima y su familia, en las alturas de Conga. La segunda razón para que esta injusticia perdure se resumen en siete ingratas palabras: ¡el silencio cómplice de millones de peruanos!


¡Levantemos la voz, rompamos el silencio ante tamaña injusticia!
¡Seamos dignos herederos de Túpac Amaru y Micaela Bastidas!
¡GOYO LIBERTAD!

París, 11 de febrero de 2016

colectivo.peruanos@gmail.com

mardi 9 février 2016

III. Apoliticismo y cosa pública en un país a la deriva



Lo revelado y su procesamiento


III.          Apoliticismo y cosa pública en un país a la deriva.

En nuestra segunda entrega hemos tratado de la ciudadanía y del rol de los medias y los poderes fácticos para la legitimación de los outsiders y caudillos regionales ante el estado en el contexto neoliberal imperante. También del paisanaje como estrategia de legitimación desde el Perú profundo, derrotada transitoriamente hace 235 años. En la presente completaremos nuestra comprensión de los procesos de legitimación neoliberal actualmente en juego tratando de conocer los factores por los cuales amplios sectores sociales se identifican con determinados actores políticos en carrera, acordándoles representatividad, poder.







A nivel mundial observamos una constante y acelerada reducción del campo de ejercicio de la ciudadanía como sujeto político. El predominio de los poderes fácticos y mediáticos se incrementa en el mundo neoliberal. Las transnacionales y los oligopolios, que controlan el mercado organizan y se disputan el reparto de las áreas de influencia, deciden con menos dificultad los límites del sentido de lo público, empleando medios corrosivos y corruptores de los funcionarios y por lo tanto del estado, dejando como cosa pública migajas. Las transnacionales y los oligopolios son los reales sujetos políticos herederos del liberalismo de hace cuatro siglos. Para obtener un mínimo de identificación de amplios sectores sociales con la política, el poder fáctico instrumentaliza algunos rasgos de los personajes y partidos políticos como su nacionalismo/chauvinismo, su modernismo/tradicionalismo, su diferencia pero con derecho igual que los demás. A su vez el poder fáctico neoliberal promueve diferentes formas de transferencia de soberanía de los Estados a instituciones o mecanismos internacionales (tratados de libre comercio, poderes supra-nacionales,...). De este modo la sociedad puede vivir bajo la impresión de tener gobiernos independientes del poder fáctico (económico, mediático). Todo esto sucede en países como el nuestro, con el agravante que deriva de las estructuras materiales y culturas coloniales que nos deforman.

¿De qué modo amplios sectores sociales legitiman las formas políticas en la época neoliberal? Los ciudadanos solamente de nombre las legitiman como clientes-espectadores mas no como actores; no son más sujetos políticos sino objetos de la política, integrantes del público invitado a aplaudir, reír o llorar. Legitiman las formas políticas como consumidores de productos políticos en tanto que electores-clientes. De este modo, los poderes fácticos han vaciado de contenido y sentido político al ciudadano; lo ha hecho desaparecer. Se ha producido entonces el agotamiento del ciudadano como sujeto político. El neoliberalismo ha impuesto su lógica de clase sin encontrar contraparte que le esté a la altura.

Agotado el ciudadano como sujeto político capaz de velar por la cosa pública, se instala el a-politicismo como substrato o sócalo político de las sociedades neoliberales. Al conducir al capitalismo hasta su hora actual, el liberalismo mantuvo los espejismos con los cuales aupó a su carro a miles de millones de proletarios: antropocentrismo, individualismo, modernidad, progreso. Sin embargo estas últimas décadas está mostrando de modo más descubierto lo que es finalmente su propósito inicial y último: hacer de las relaciones sociales simples formas contractuales/mercantiles, intentando transformar a toda la humanidad en insaciables consumidores (a-ciudadanos), en seres  cargados solo de deseos a ser satisfechos. En términos filosóficos neoliberales, este devenir del liberalismo fue expresado, por ejemplo, en la filosofía de la historia de Francis Fukuyama hace un cuarto de siglo.

Pero la hegemonía neoliberal de hoy, la realidad social impuesta por el neoliberalismo no es casual ni producto de una fatalidad histórica. Es el resultado de las correlaciones de fuerzas sociales (lucha de clases) en la cual el movimiento obrero y social no fuimos capaces de hacer frente estratégicamente a las revoluciones cibernéticas, tecnológicas, comunicacionales y financieras, perdiendo derechos y perspectivas y precipitando la caída de los Estados de bienestar que surgieron en una situación de relativa crisis de hegemonía de la gran burguesía mundial. La derrota del movimiento proletario y social se debió a nuestro encierro en las lógicas maleables para el capital –productivismo, incremento del poder adquisitivo, ilusiones libertarias como la de los jóvenes del 68, “la imaginación al poder”- y al fracaso de las revoluciones socialistas que degeneraron en capitalismos burocráticos de Estado. Este es el presente mundial.

¿Cómo surge y se instala en el Perú el apoliticismo en amplios sectores sociales?

Las formas políticas neoliberales se fueron convirtiendo en norma predominante y legitimando en la sociedad por la a-política. Este proceso de instalación de lo a-político se produjo en la década de 1990, bajo una dictadura –la de Fujimori; luego de las crisis políticas y económicas (guerra interna 1980-1992; hiperinflación de 1987-1991), cuando amplios sectores sociales no encontraron cauces políticos alternativos al sistema capitalista colonial ni a la dictadura neoliberal. Desde ese momento, el individualismo apolítico, la indiferencia por el interés público, el desinterés por el curso que toma la administración de la cosa pública devino la regla hegemónica de funcionamiento de la sociedad.

Fueron los poderes imperiales en alianza con los empresarios intermediarios de la dominación colonial los que fueron preparando el terreno para la instalación de esta forma de funcionamiento de la política en nuestro país: aprovecharon los momentos de transición política para obtener regímenes políticos que serán ad-hoc a sus intereses, mediante contratos o la venta de empresas públicas, entre otros. Sin jactarse pero sin tapujos, el magnate del Banco de Crédito y Alicorp hace 6 años contó que en las elecciones de 1980 apostó por la ganancia financiando a tres de los principales partidos políticos; uno de sus patrocinados fue ganador: Fernando Belaúnde.

De este tipo de influencia de mecanismos “liberales” de las clases económicas dominantes sobre lo político surge el fango de la a-política, de la política criolla actual en el cual las masas a-politizadas legitiman el sistema político neoliberal vigente.

De las decepciones políticas y también de la despolitización estimulada por los medias acríticos o adictos a los espejismos promovidos por el  liberalismo (antropocentrismo,  individualismo, modernidad, progreso) surge un sentido común anti-ético que acompaña y legitima el desbarajuste reinante. Aquí dos expresiones que han sido –y son aún- vox populi de este sentido común anti-ético: “roba pero por lo menos hace obra”; “asesinó pero terminó con el terrorismo”. Estas degradadas moralejas sirven de normas-tipo, de argamasa “cultural” neoliberal, para la adaptación y adopción del sistema político vigente propio de un país colonial como el nuestro. Éste sentido común anti-ético es compartido por millones de peruanos a-políticos, vale decir, por una parte importante de la población, para admitir a los personajes que rigen los destinos del país. Aún cuando parezca aberrante, no es la ética social sino la anti-ética el sócalo sobre el cual se basa la vida política peruana contemporánea. Lo público, el interés público, que debe ser asegurado por todo Estado independientemente de la clase que la dirija, no preocupa a la mayoría de la población, por lo tanto los gobernantes, los encargados del poder público pueden hacer lo que dicta los intereses particulares sin correr mayor riesgo. De este modo, al no existir el interés público, la cosa pública se compone de migajas.

Si lo público es así, y sólo tomamos en cuenta a la sociedad política y dejamos de lado por un momento la historia milenaria y el territorio, ¿dónde está la República que llamamos Perú? Si miramos con crudeza la realidad, ésta existe solo como suma de cotos de caza. Cada organización o institución preserva su zona de influencia. El espacio público se convierte prácticamente en una suma de guetos, de bantustanes. ¿Cómo entonces se organiza realmente el depósito de migajas en nuestro país? Una presidencia de la república, un ministerio, un gobierno regional, una oficina, un sindicato devienen zonas privadas dominadas por clanes según normas particulares. Así se fue desestructurando lo público en el país de modo acelerado desde el periodo dictatorial de Fujimori. Así se produjeron el barateo de empresas de Estado como Hierro Perú, AeroPerú, Compañía Peruana de Teléfonos, etc., en beneficio de capitales extranjeros. Así se sigue produciendo el saqueo extremadamente intensivo del subsuelo del país desde hace más de tres décadas, en particular del oro, plata y cobre, dejando enfermedades y pasivos ambientales en el Perú profundo pero muy poco en las arcas públicas. Así también, se agrava la dependencia alimentaria, por ejemplo, de maíz importado en beneficio de Alicorp –supeditado a su vez a los precios de los productores agroindustriales de los países abastecedores. Esto último, a pesar de la milenaria y palpitante cultura de los países andinos como productores de centenas de variedades de maíz. Así se realiza, en este inicial siglo XXI, el reino de la libertad en un país estructural y mentalmente colonial como el nuestro. Los que gobiernan sirven a estos reales poderes políticos y nos dejan las migajas como cosa y servicio públicos.

De ilusiones también se nutre la legitimación de algunos políticos de tiempos neoliberales. Así se manifestaron amplios sectores sociales ante la entrada en escena de algunos “outsiders”. Por ejemplo, con respecto a Fujimori: “los chinos (japoneses) son trabajadores, no son como los peruanos”; a Toledo (y los  Toledo-bis): “es como nosotros y además ha demostrado que también se puede triunfar”; a García: “por lo menos él habla bonito”; o a Keiko Fujimori: “ella nos representa a nosotras, las mujeres”. Así, por migajas de ilusiones se produce también la identificación/ enajenación de las masas a-políticas.

Como insinuábamos en párrafos anteriores, la realidad política así descrita tampoco es casual o producto de una fatalidad histórica peruana. En el proceso dinámico de confrontación/experimentación, es el resultado de la incapacidad para llegar al poder de aquellos que levantamos esquemáticamente proyectos alternativos y opuestos al neoliberalismo reinante. Diagnosticar las causas de esta incapacidad, tal es la única solución para sacar al país del fango en el que, por inercia, lo seguimos hundiendo.

Este criterio común anti-público se hizo regla luego del fracaso de dos ensayos burocráticos, verticales y anti-democráticos de reforma o transformación de las estructuras y la sociedad peruanas. Fueron ensayos criollos, en términos sociales o conceptuales, es decir en función de objetivos de este sector de la sociedad o en base a conceptos y estrategias importadas. El primer ensayo, hace cuatro décadas, fue el estatismo burocrático del gobierno militar de Velasco Alvarado, que si bien terminó con las grandes haciendas decimonónicas, descapitalizó la agricultura en el país y condujo al quiebre de las llamadas “cooperativas” agroindustriales y SAIS (Sociedades Agrícolas de Interés Social). El segundo en fracasar, fue la estrategia militar subversiva de Sendero Luminoso, que al aplicar métodos verticales y terroristas contra el propio pueblo y al desconocer la autonomía de las organizaciones naturales de los pueblos y los trabajadores, terminó rechazado por la voluntad popular. El pueblo facilitó el triunfo del terrorismo del más fuerte –el terrorismo de Estado, perdió soberanía y se vio obligado a admitir casi todo con tal de que cese la guerra interna. Desde entonces quedaron melladas también las alternativas progresistas y comunistas.

Paralelamente a estos fracasos emergieron, por un lado, como hegemónico y desde Lima el estado neoliberal y el sistema político correspondiente, cargados ambos de individualismo “salvador” –tal como manifestado hace un momento; por otro, como periférico y desde el medio rural y las regiones, organismos sociales paisanos con reflejos culturales originarios o ancestrales, cargados de sentido comunitario estructurador. Estos organismos son la promesa del socialismo indoamericano en el Perú; el renacimiento del paisanaje, de la soberanía de la sociedad; son a-coloniales, vale decir opuestos y alternativos a la dominación colonial y podrían perfilarse como alternativos también a la dominación colonial interna. Las posibilidades estructuradoras que ofrece este paisanaje palpitante están amenazadas, por la dificultad para sintonizar con nuestra época; por las tendencias localista y chauvinista (de raíces también milenarias en América) y por la demagogia neo-indianista de fresca data. En el presente, estos organismos irrumpen desde la sociedad, cual río subterráneo, sacudiendo e incluso haciendo tambalear a la descompuesta y desabrida política peruana.

En efecto, si exceptuamos el movimiento juvenil que trajo abajo a la ley laboral “Pulpín”, han sido los movimientos de las comunidades y pueblos de la Amazonía en 2008-2009 y las rondas campesinas de Cajamarca entre 2011-2013 los que han puesto en dificultades al estado neocolonial y centralista peruano. Lo sucedido desde el 2009 y 2011 son como hitos de un profundo recentraje cultural que se está produciendo en el país. Son síntomas de algo ya manifestado de modo más nítido en países hermanos como Bolivia y Ecuador. La persistencia y nacimiento durante estas cuatro últimas décadas, en casi todas las regiones del país, de cerca de 8,000 comunidades campesinas y nativas y de miles de rondas campesinas y urbanas no podía permanecer sin consecuencias, sin expresiones sociales y políticas propias. Ni el contexto adverso (como la descapitalización del agro,  ni las situaciones de minifundio ni las enormes dificultades internas) han podido silenciarlas, menos han podido hacerlas desaparecer.

Como sabemos, ni los sindicatos, ni las organizaciones feministas ni los partidos comunistas, ecologistas y progresistas hemos sabido hasta hoy incorporar a nuestras propias dinámicas la potencialidad socialista indoamericana, por lo tanto a-colonial, de estos organismos sociales periféricos comunitarios. En un periodo de repliegue individualista como el que vivimos, todas estas organizaciones, de ideologías y formas de organización similares a otras en el mundo occidental, agotamos las energías en reivindicaciones inmediatas y parciales; debilitamos el innato poder creativo reproduciendo en el país, de modo crudo, modelos conceptuales y organizacionales importados. Involuntariamente seguimos lógicas que consolidan la dinámica mercantil del capital colonizador y el colonialismo interno, lógicas opuestas por lo tanto a las declaradas metas liberadoras. El caso más patético se presenta en el mundo sindical: los hijos de comuneros y comuneros incorporados como trabajadores mineros o prestatarios de servicios de las mineras por exigencia y capacidad de negociación de las propias comunidades, casi automáticamente olvidan los intereses mediatos y a largo plazo de las comunidades, obsesionados solo por el incremento de su capacidad de consumo y bienestar material. La integridad del territorio comunal, la calidad de la tierra y el agua, la salud de los comuneros,... son dejados de lado. Como desde las independencias, reproducimos dichas lógicas porque no logramos comprender que las necesidades políticas universales siempre se realizan y satisfacen según formas, características y ritmos particulares, singulares, que, en nuestro caso serán indoamericanas.

Pareciera que las condiciones y experiencias recientes son propicias para que, desde el interior de estas organizaciones sociales y políticas, se produzca un giro favorable a la indoamericanización y se exprese también el recentraje cultural que simbólicamente se ha manifestado con mayor nitidez en Bagua y Conga.

Vicente Romero
08.02.2016