Lo revelado y su procesamiento
II.
Sobre sinceramiento y legitimación políticos. Introducción.
Que la política se haya “sincerado”
recientemente en el Perú, parece un abuso de lenguaje de César Hildebrandt. Tanto
como él, todos hemos visto y seguimos presenciando un show electoral sin fin en
el que predomina la opacidad y el fango; triunfan los entuertos, amarres, zancadillas, reciclajes, traiciones y
arreglos entre gallos y media noche. El objetivo: la legitimación a toda costa.
Para alcanzarla nadie expone sus cartas, clara y públicamente; tampoco sus
intenciones ni el por qué de sus decisiones. No existe por lo tanto un
“sinceramiento” de la política.
Por esta razón preferimos emplear desde la
primera entrega, la figura de la fotografía de antaño para comprender lo que
está pasando de modo excepcional: el revelado. En este caso, la cámara oscura
es el proceso histórico que seguiremos a un neoliberalismo institucionalizado
en un país cultural y estructuralmente colonial. De este proceso histórico sale
a la luz del día, hoy como nunca, el tipo de político desvergonzado, sin
tapujos. A pesar de las variantes, correspondiendo con una descomposición sistémica,
esta revelación que se produce en el marco del neoliberalismo, comprende inevitablemente
a todos los sectores políticos, independientemente de la ideología profesada.
Forzando al lenguaje, el periodista Hildebrandt
propicia en nosotros que dejando de deshojar margaritas, vayamos francamente a
desencantarnos de esta coyuntura electoral. Que describamos y desenmarañemos el
estilo político que caracteriza al presente. Valoramos por lo tanto su mensaje,
que es lo que vale en fin de cuentas.
Para tratar de comprender los procesos de
legitimación/deslegitimación del estilo político de algunos candidatos, partidos
y bloques políticos puesto en evidencia en el presente proceso electoral,
necesitamos aclarar el sentido que damos a la palabra legitimación.
Entendemos
por legitimación política al proceso mediante el cual una persona u
organización adquiere la condición de legítima ante las instituciones de Estado
y sobre todo en sectores relativamente significativos de una determinada
sociedad. Todo proceso de legitimación no necesariamente triunfa; tampoco se realiza
correspondiendo con la fuerza social que le dio arranque a su legitimación.
Un proceso alternativo de legitimación política fue
derrotado hace más de dos siglos. Nos referimos al que se ejerció durante la
rebelión dirigida por Túpac Amaru y Micaela Bastidas, la revolución
anticolonial más importante de Nuestra América. Si prestamos atención a las
palabras empleadas, entre otros en el Bando de la Libertad de los Esclavos, del
26 de noviembre de 1780, el factor legitimador propuesto fue el paisanaje: la
rebelión convocaba a todos los que se identifiquen con a la tierra y el país al
cual deciden de pertenecer y defender asumiendo o respetando las acciones
anticoloniales, no excluía por razones de condición social o lugar de nacimiento.
La condición de cacique indoamericano, de descendiente de los Incas se puso al
servicio de un proyecto amplio que, por su radicalidad anticolonial estaba llamado,
momentáneamente, a malograrse. Su fracaso hace dos siglos no necesariamente
invalida al factor propuesto por la revolución de 1780 ad vitam aeternam. El paisanaje como proyecto político hundió sus raíces
conceptuales en las redes sociales que convergieron y que fueron convocadas por
dicha insurrección. Pero también provino de las tradiciones de pertenencia, comprensivas
e incluyentes, propias de las culturas ancestrales de nuestro continente, de la
comprensión de sentirse hijos de una tierra, más que de las tradiciones
inspiradas en la teología católica o en la filosofía de las luces europea.
El tiempo presente y venidero exige una
comprensión del quehacer humano dentro de su paisaje, de una relación de
pertenencia y dependencia con la Pachamama. Con los componentes sociales, de
clase y políticos históricos y propios de este tiempo, el paisanaje sería un
factor ético legitimador, capaz de generar en la sociedad toda una hegemonía
alternativa más global, coherente y de largo aliento si lo vemos en perspectiva
con respecto a lo que ha dado y da el de la ciudadanía. Con la potencialidad de
enraizamiento y de transformación dada por estos componentes sociales, el
paisanaje se prestará más para resolver los problemas del colonialismo cultural
y estructural, para terminar con el capitalismo depredador, responsable directo
de la agravación del calentamiento climático.
Vicente
Romero
12.01.2016
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