Bajo esta entrada me
propongo tratar, en varias ocasiones, sobre el excepcional “sinceramiento” de
la política peruana, al cual se ha referido recientemente el periodista César
Hildebrandt.
La coyuntura electoral
peruana del 2016 está sirviendo, ciertamente de modo singular, como una cámara
oscura para “revelar” la tendencia, inclinación o predisposición psicosocial y
política de los grupos o personas que participan o buscaron participar en esta
contienda electoral. ¿En qué medida estos representan a un sector social
determinado?, ¿Qué de nuevo se anuncian y que de viejo persiste con los bloques
constituidos? ¿Cómo se inserta el proceso peruano en las tendencias políticas
que se están perfilando estos últimos meses en América “Latina”? En esta
coyuntura e inmediatamente después, ¿qué posibilidades tiene de encarnarse
programática y orgánicamente el socialismo indoamericano en el corazón y las
luchas de nuestro pueblo? Tales son algunas de las preguntas que nos
estimularán para escudriñar el presente en las siguientes entregas.
En ésta, partiremos de
un hecho aparentemente anecdótico para seguir la veta histórica y despejar el
horizonte.
I.
¿Polémica
finita?: La ética de Mariátegui y nuestro tiempo
García Núñez y Breña Pantoja, conocidos
representantes de algunas tendencias de la izquierda peruana, han retomado a su
cuenta, como si fuese moneda contante y sonante, la fórmula que el Amauta
empleara hace casi un siglo: “Polémica Finita”. Lo hicieron para saldar cuentas
con Democracia Directa –DD, el partido de los Fonavistas, liderado por el Sr.
Alcántara. Al hacer suya la fórmula de Mariátegui retomaron la cáscara, no el
espíritu.
En efecto, “Polémica
finita” apareció en Amauta, en marzo
de 1927. Con esta nota, su director marcaba una etapa en la polémica sobre el
indigenismo literario. Coherente con la labor de “contrastación constante” que
caracterizaba a la revista, Mariátegui invitaba a Luis Alberto Sánchez a no
tardarse en los “elementos pasivos, subsidiarios, formales o episódicos” sino a
ocuparse de los que son “positivos, creadores, esenciales, afirmativos” y que
singularizan a una obra con respecto a otras en sus circunstancias.
Fue más bien otra frase malhadada del Amauta
que, en realidad, sirvió a García y Breña de modelo; aquella que pretendió servir
como losa sepulcral del Apra. Fue “Sobre un tópico superado”, la nota que se
revelará a posteriori como el desliz político más grave de Mariátegui. La
publicó en enero de 1930, en la misma revista Amauta. En ella acusaba recibo de una carta desde París de Luis
Heysen, -estudiante y fiel seguidor de la propuesta política de Haya de la
Torre, el Apra-, recusando a la vez la posibilidad de que la revista continúee
a servir de tribuna al Apra, a algo que, Mariátegui dixit, “no pasó nunca de ser un plan, un
proyecto, una idea, por cuya
organización, que jamás llegó a ser efectiva como "alianza" o
"frente único", trabajaban infructuosamente algunos grupos de estudiantes
peruanos”. El Amauta y sus colaboradores políticos consideraron que bastaban la
claridad en los principios y el rechazo del proyecto aprista por los
principales intelectuales peruanos de París y por el II Congreso
Antiimperialista de Bruselas para que el “tópico” aquel quede sepultado. La
existencia y el rol del Apra en la historia del siglo XX y en lo que va del
presente demuestran que no son suficientes los principios y lo institucional
para que los socialistas resuelvan y hagan inviables proyectos que, en
determinadas circunstancias, tienen la posibilidad de hacer carne en sectores de la sociedad incluso en desmedro
de estos mismos sectores.
¿Para qué citar al Amauta casi un siglo
después? En primer lugar para constatar que él empleó entonces aquellas dos
frases no para cerrar la polémica sino para encausarla. En segundo lugar, para
sacar lecciones en función del presente y de nuestro siglo, del desliz del Amauta
sobre la prematura sentencia de muerte de proyectos políticos.
Hace 85 años, la gestación indoamericana del
socialismo en el Perú sufrió de dicha imprudencia. Terminaron imponiéndose en
él actitudes aparentemente principistas que en fin de cuentas estropearon el
enraizamiento indoamericano de nuestro socialismo, condenándolo a aislarse de los sectores
populares que estaban dispuestos a radicalizarse pero no a recusar su unidad
con sectores sociales medios.
Por lo tanto, la tarea mayor legada por el siglo XX a los herederos del Amauta es la unificación doctrinal y orgánica del socialismo indoamericano en el Perú. La misma no podremos asumirla calentándonos la cabeza con cuestiones de orden puramente electoral encubiertos de pretextos principistas. Tomemos consciencia de lo adversa que es la correlación de fuerzas para los bloques de izquierda partícipes en la presente contienda. De este modo de avanzaremos en el cumplimiento de esta tarea histórica trasformando la actual coyuntura electoral en un momento de politización de nuestro pueblo, convergiendo en sus luchas por exigencias mínimas y organizándonos políticamente por sus alternativas mayores.
Comprendamos al bosque para conocer al árbol.
Este es el imperativo de la hora. En este sentido y entre otras cuestiones a
abordar, invitamos a analizar el caso de Democracia Directa y de la candidatura
presidencial de Gregorio Santos Guerrero, preso injustamente desde hace más de
19 meses. Si somos serios, debemos de considerar la conducta de DD y la
candidatura de Santos como una expresión no solo ni tanto de la endémica
tendencia caudillista sino también y sobre todo como expresión de la demanda
legítima de representación política directa de los pueblos y clases populares que
exitosamente encabezan las luchas sociales estas últimas décadas: las rondas
campesinas, originarias y comuneras y los fonavistas. Así, comprendiendo el
caso en su todo evitaremos las excomuniones o las actitudes impertinentes de
antaño; promoveremos entre nosotros el alturado sinceramiento de las
divergencias y, por qué no, el renacimiento y la plasmación de convergencias
mayores.
Vicente Romero
6.01.2016
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